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Al llegar a esta área natural creerás que la Sierra Pandura se arrodilla ante la fuerza del oleaje del Mar Caribe. Tal es la belleza de Punta Yeguas, con tres cabos o punta de roca sedimentaria que se imponen sobre pequeñas playas arenosas.

Los bosques húmedos que cubren los acantilados entre los cabos serán una de las primeras impresiones de este paisaje diverso, que cambia a pastizales en medio de praderas y hondonadas que hacen de su topografía una de las vistas más espectaculares de Puerto Rico. Desde lo más alto de la reserva se puede observar hacia el este la Isla de Vieques y hacia el oeste la Sierra Pandura, que se eleva frente a tu horizonte.

Adentrándote en este paisaje podrías encontrar hasta unas 85 especies de plantas, 37 especies de aves, 8 especies de reptiles, 6 anfibios y 4 invertebrados que han sido documentadas en esta reserva. Una de las especies de flora más significativa es el Ortegón, un árbol siempre verde endémico de Puerto Rico y en peligro de extinción que está limitado a la zona sureste. Ven a conocer este árbol, cuya población protegida aquí es la más grande en una reserva en todo Puerto Rico.

¿Y de dónde sale el nombre de Punta Yeguas? Este proviene del uso que se le daba al cabo en el límite sur del lugar, donde los vecinos aún acostumbran dejar a sus caballos pastando. Sin embargo, el nombre oficial de esta área natural honra a doña Inés María Mendoza, maestra, educadora, escritora y líder cívica, social y política, quien fuera esposa de Luis Muñoz Marín, el primer gobernador electo de Puerto Rico (del 1949 al 1964). Doña Inés fue miembro de la primera Junta de Fiduciarios del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico, siendo pionera de la conservación y protección de la naturaleza de nuestras islas.
 

Según fuentes documentales y la historia oral, el desarrollo económico de la región sureste era tradicionalmente dominado por la producción de caña de azúcar. Entre 1853 y 1860 el Valle de Yabucoa contaba con seis (6) haciendas azucareras tales como: 1. La Laura, 2. La Pilar, 3. El Negro, 4. El Nuevo Cerro, 5. La Unión, y 6. La Lucía. Estas haciendas fueron las industrias más importantes de la época. Por lo tanto, las mismas estaban vinculadas con el crecimiento social, económico, urbano y cultural del Municipio.

Una bahía bioluminiscente es resultado de un delicado ecosistema. Las bahías bioluminiscentes florecen cuando diminutas células únicas denominadas dinoflagelados (pyrodinium bahamense) prosperan en un entorno protegido. Cuando se agitan, los organismos liberan energía en forma de luz. En otras palabras, brillan, emitiendo un aura etérea verde neón. Y lo mismo sucede con todo lo que tocan: los peces, las manos, los remos de las embarcaciones, incluso las gotas de agua.

La bioluminiscencia existe en todo el mundo, pero solo hay unas pocas bahías bioluminiscentes en nuestro planeta... ¡y una de ellas está en Fajardo*!

Llegar a Laguna Grande** en Fajardo es fácil. Puede conducir hasta la rampa para barcos al final de la Ruta 987, donde se reunirá con sus guías turísticos.  Las excursiones comienzan al anochecer con una vigorosa travesía en kayak a través de un manglar, rumbo a una amplia y tranquila bahía. De pronto, comenzará a ver que todo lo que se mueva en el agua –los peces, su remo y hasta las gotas de lluvia– resplandece con una etérea belleza***. Visitar nuestra bahía bioluminiscente es una experiencia inolvidable que se destaca entre las muchas excursiones a través de Puerto Rico.